Hace mucho mucho tiempo…en un pequeño pueblecito vivían dos hermanos, Jesús y Carlos. Eran de familia humilde, apenas tenían para comer; aunque siempre contaban con el cariño de sus padres, se tenían los unos a los otros…

     Justo al lado vivía Juan, el vecino más avaro y egoísta de la comarca; nadaba en la abundancia, puesto que tenía un gran rebaño de ovejas, a las que sacaba todos los días a pastar por el campo. Jesús y Carlos se ganaban la vida ayudándole con el ganado, a cambio de unas míseras monedas.

     Un buen día, una de la ovejas (Manolita se llamaba), tuvo la mala suerte de romperse una patita, el malísimo de Juan dijo que no la quería, así no valía para nada, era un estorbo. Y la dio por perdida. Jesús y Carlos, vieron lo que pasó, la recogieron, le vendaron la patita y la estuvieron alimentando con mucho cariño hasta que Manolita se recuperó. Gracias a ello, la familia no era tan pobre, ahora tenían lana y leche.

     En el corral de Juan había un corderito que no dejaba de llorar, ¿Adivináis de quién era? Pues sí, habéis acertado, era de Manolita. Éste se puso a balar y balar hasta que lo oyó su mamá, la cual respondió con un fuerte balido bbbeeeeeeeehhhh. El corderito, al escuchar a su mamá, con un gran impulso saltó encima de otra oveja y así consiguió salir del corral.

     Cuando Juan se enteró se puso muy furioso. Decía que la oveja y el cordero eran suyos y exigió que se los devolvieran, a lo que Carlos y Jesús se negaron. Entonces, Juan acudió al juez del pueblo.

     El día del juicio Jesús y Carlos explicaron que ellos recogieron y cuidaron a Manolita porque Juan no la quiso por tener la pata rota, que no tenían intención de quitársela, pero viéndola abandonada no podían dejar que se muriera. Y que el corderito, simplemente quería estar con su madre. Por otro lado, Juan, seguía empeñado en que los animales eran suyos.

     El juez, que también era vecino y conocía a todos, sabía que Juan había actuado mal y no se merecía recuperar a los animales. Su decisión final fue que se quedaran con Carlos y Jesús, ya que ellos actuaron por amor y no por codicia. “La felicidad no se alcanza acumulando cosas, sino valorando lo que se tiene, aunque sea poco”. Colorfin colorado este cuento se ha acabado.

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